sábado, 23 de octubre de 2010

Recordando Sensaciones Olvidadas

Y cómo pedir que aquella tarde llena de estrellas que cubrían el negro cielo, obliguen a la mujercita a olvidar la melodía que tiempos antes sonaba noche a noche en aquel tocadiscos. Sabía perfectamente que esas risas pertenecían a un recuerdo que ya no era presente, que se iba borrando de apoco de la historia que cada noche en su balcón recordaba con melancolía. Esos colores de viejos vestidos se iban destiñendo de apoco, hasta caer bajo la imaginación de ser todos iguales, todos colores hermosos pero indistinguibles. No lloraba, ni estaba triste. No reía, ni estaba feliz. Simplemente pensaba. Recordaba. Volvía a esa vieja situación donde aquel hombre calmado y con una sonrisa paciente escuchaba cada palabra que salía de su boca, y con un movimiento un poco brusco y dulce asentaba cada malestar que sentía ella soltar y librar en cada sílaba que repetía. De pronto un suspiro que acaba con la melancolía y vuelve de nuevo a la depresión. Una distracción que la hizo caer como una roca, a su nube desplomada de soledad constante. Una burbuja era ahora su mundo. Sus manos frías tenían poca sensación pero no suficiente para quitarle la posibilidad de saber que su esmalte estaba intacto. Un soplo de brisa como olas que quitan el aliento, rozaban sus brazos de vez en cuando. Eran instantes en que un reflejo volvía a distraerla, caras desconocidas que empezaban a molestarla. No tenía noción del tiempo. No le importaba los segundos que pasaban. Pensaba en las cosas que jamás pudo hacer, las que hizo y las que jamás se animó. Se reprochaba las que hizo mal, las que no tuvo el valor de enfrentarlas y sufría con las que se habían acabado. Sus pies ya no se movían. Ya no caminaban las largas cuadras para sus estudios. Y los recuerdos entonces volvían. Una serie de emocionantes tardes obligaban en aquellos años a crear maquetas de sueños y proyectos esperados que algún día cumpliría mas tarde. Hombres que conocía durante su juventud. Noviazgos que rompieron su corazón, o simplemente hicieron doler hasta tener esas sensaciones que deseo en algún momento las viva otra persona con ella. Creía que tenía el mundo a sus pies, conquistándolo hasta que su felicidad sea el objetivo de su nacimiento. Inviernos que no fueron tan fríos, hojas que se enfrentaron a duros otoños que obligaban a desprenderlas de sauces ya crecidos. Y de pronto algo frío toco su pecho. Veía pero no entendía por que lo hacían, por que la lastimaban. Porqué la presión, porqué el apuro. Rincones de ruidos llenos de velocidad que asustaban a cualquier persona que la veía pasar. Alguien estaría pensando en ella capas. O simplemente volvía a estar sola hasta en ese momento. Porque en algún momento hubiese parado sobre esa avenida, a entrar al local a almorzar. Ya no tenía tiempo, contaban los segundos como si fueran pétalos que van cayendo de las rosas alzadas en una boda. Una pobre sombra que se movía de atrás para adelante, una silueta que parecía volar por aquel rincón. La sensación de helades ya parecía ser algo constante y poco molesto. De pronto un grito de llantos de bebes volvía a su cabeza. Dolores agobiantes hacían recordar momentos de aquel hermoso nacimiento de un ángel ahora crecido que la acompañaba. Sonreía sin saber porqué, cuando la miró con esperanza aquella tarde. Ahora sus risas iban por el camino de una cuadra deambulada por melodías de risas y juguetes que angelitos soltaban cuando la veían. Abrazos, caricias, mimos, besos, parpadeares, momentos intactos, olores, imágenes fotográficas, se iban incorporando en ella como la sangre que corría esperanzadamente cada segundo. Y cuando parecía todo ser perfecto, mejoró aún. El dolor se fue. Volvió a ver con claridad y sonrió como nunca antes lo hubiese hecho y agradeció por cada momento que pudo presenciar. Sintió unas manos que la levantaban en brazos para darle aquel abrazó mas dulce que jamás podría experimentarse. Y mientras se elevaba y los llantos aumentaban podía observar la hermosa vida que creó y que hoy dejó atrás, o mejor dicho allá abajo. En aquella ambulancia que se detuvo en la puerta del sanatorio. Que dejó de sonar como una calesita que espera su sortija. Solo las luces mas maravillosas ocuparon el ambiente, y los brazos de sus tres hijos la abrazaron por minutos interminables que sentirá el resto de su eternidad. Afuera el mundo que una tarde dejó, que verá y cuidará hasta que deje de existir… Algún día como ella lo hace ahora.